La era de la In-Comunicación

En la última entrevista que Carl Sagan concedió antes de morir y con el motivo de la presentación de su último libro ‘El mundo y sus demonios: La Ciencia como una luz en la oscuridad’, en 27 de Mayo de 1996 y con Carlie Rose, el astrónomo, astrofísico, cosmólogo, escritor y divulgador científico estadounidense declaró:
<<Mi sentir, Charlie, es que no es que las pseudociencias, las supersticiones y las creencias de la tan famosa New Age y que el fundamentalismo sean algo nuevo. Esto ha estos con nosotros desde que somos humanos. Pero vivimos en una era basada en la ciencia y la tecnología con poderes tecnológicos formidables. La ciencia y la tecnología están impulsándonos hacia adelante a velocidades aceleradas. Es verdad y si no comprendemos, nosotros como público general, creyendo que no es bueno ni que podemos hacer algo al respecto… entonces, ¿quién está tomando todas las decisiones sobre la tecnología y ciencia que determinarán en qué clase de futuro vivirán nuestros hijos? ¿Tan solo unos miembros del congreso? Pero si ni siquiera hay un puñado de congresistas con antecedentes científicos en absoluto. Y los congresistas republicanos simplemente abolieron su propia oficina de evaluación tecnológica. Una organización les dio consejos bipartitos competentes sobre ciencia y tecnología, y ellos dijeron: no queremos saberlos, no nos hablen sobre ciencia y tecnología. ¿Cuál es el peligro de todo esto? Me refiero a que no es todo. Hay dos clases de peligro. Uno es el que acabo de decir. Que estamos organizando una sociedad basada en ciencia y tecnología y nadie puede entender nada de ciencia y tecnología. Y esta mezcla combustible de ignorancia y poder tarde o temprano va a explotar en nuestras caras. Digo, ¿quién está dirigiendo la ciencia y la tecnología si no una democracia que no sabe nada sobre éstas? Y la segunda razón por la que me preocupa esto y es que la ciencia es más que un cuerpo de conocimiento. Es una forma de pensar. Una forma escéptica de interrogar al universo con pleno entendimiento de la falibilidad humana. Si nosotros no somos capaces de hacer preguntas escépticas para interrogar a aquellos que nos dicen que algo es verdad, para ser escépticos de aquellos en la autoridad, entonces estamos a merced del próximo charlatán político o religioso que aparezca. Es algo en lo que Jefferson enfatizó bastante. Dijo que no era suficiente exaltar ciertos derechos en la Constitución y en la Declaraciones de Derechos si no que la gente debería ser educada y debería practicar su escepticismo y educación o de otra manera nosotros no manejaríamos al gobierno si no que el gobierno nos manejaría a nosotros.>>


Y de repente, en 2014, nos golpean las palabras de Carl Sagan a modo de profecía, pero añadiendo algunas situaciones tan absurdas que no las pudo prever.

Vivimos en la ‘ERA DE LA COMUNICACIÓN’. Pero lo que no es tan popular y de lo que resulta antipático hablar es de que también vivimos en la ‘era de la in-comunicación’ –que escribo en minúsculas para que contraste comparativamente de modo mucho más dramático–. Y es que no sabemos que hacer con toda esta tecnología para comunicarnos correctamente...

Los hogares de los ciudadanos han sido tomados por uno o varios aparatos de televisión. ¿Qué digo? ¿Aparatos de televisión? ¡Pantallones elecedé con un porrón de pulgadas! ¡Incluso en tresdé! También tenemos tedeté, deuvedé, blurei, uno o varios ordenadores de sobremesa y portátiles, uno o varios teléfonos fijos y móviles, tabletas, reproductores de emepetreses, sistemas de sonido sofisticados… un porrón de megas de conexión a internet y sobre todo muchos cables. Por cierto, ¿soy el único al que no paran de subirle la velocidad de conexión a internet sin subirle el precio de la tarifa? Además, que no avisan de que te la suben. Te envían un SMS, un email y una carta de correo ordinario para darte la enhorabuena por ello y ya te das por avisado –después, claro–. No tenemos ningún problema para enterarnos de qué pasa en cualquier momento en cualquier parte del mundo. Excepto en la casa de uno. ¡Siempre soy el último en enterarme de todo lo que pasa en mi casa! ¿Y vosotros? ¿También? Curioso… esa sensación comienza a extenderse a todos.

¿Qué es lo que está desapareciendo de los hogares de los ciudadanos? Las radios, los libros, los diccionarios, las enciclopedias, los cómics, la prensa escrita, las revistas especializadas… También desaparecen los casetes, los cedés y los discos de vinilo. Incluso comienzan a realizarse estudios que señalan la alarmantemente bajada del número de animales de compañía por hogar puesto que con la presencia de las redes sociales y los servicios de micromensajería comienzan a ocupar el lugar afectivo de nuestras mascotas en la cestita de al lado de nuestra cama. Mucho compartir actualizaciones de Facebook en nuestros muros con adopciones urgentes de animales y los estamos sustituyendo por un peluche de Pokemon en la estantería y un Smartphone conectado por un cable al enchufe de la luz en la mesita de noche. Por cierto, que también estamos reduciendo el número de flores y plantas por hogar.

Esto es lo material y lo tangible. Hablemos de lo inmaterial y de lo intangible.

Los hogares de los ciudadanos y los ciudadanos han sido tomados como rehenes en sus propios hogares por cientos de canales de televisión que emiten una buena cantidad de telebasura y lo miden todo por el Share (cuota de pantalla) y no por la calidad de sus contenidos. También emiten información manipulada en sus noticieros de modo amarillento y lo miden todo por el rasero de la ideología de la casa y no por la veracidad más independiente de los hechos. Tenemos dibujos animados que a mí, personalmente, me dilatan las pupilas a tope. Y como no, series de televisión interminables, películas del año patapón, realitis, tertulias, programas de televisión ‘quepasaneng’ y los conciertos de música con falsos directos de la diva de turno que a los cinco años y tres cedés te planta un grandes éxitos.

Los hogares de los ciudadanos y los ciudadanos han sido mayoritariamente silenciados. Esta afirmación me ha costado más de un disgusto en alguna mesa tertuliana post-postrera y pre-cafetera porque un servidor afirma que lo que se escuchan ahora en los hogares son todos estos aparatos y no el alegre claqueteo de nuestras cuerdas vocales. Pero es cierto que los miembros de los núcleos familiares se están dejado de comunicar entre ellos de una forma importante. Ponemos la televisión mientras comemos y, bajo ese aparente ruido, sólo existe el silencio entre nosotros. Y nos lo comemos todo –los contenidos de la televisión, la comida y la situación–, tan ricamente.

Estamos bombardeados por tanta noticia y por tanta información, que nos satura y además nos es imposible permanecer centrados en ella más de cinco minutos porque en ese breve lapso de tiempo ya hay una nueva. ¿Has escuchado lo de Bárcenas y te has enterado de algo? ¡Claro que no! Porque ahora se habla de los falsos ERE en Andalucía que… ¡Mira! ¡Pujol! Que fuerteeeeee… Al final, agotados, nos aburrimos y nos insensibilizamos. ¡Han logrado que nos dé igual!

Tengo que ser honesto y admitir que te he mentido. Verás, te he dicho que ‘Los hogares de los ciudadanos han sido tomados por uno o varios aparatos de televisión’ –además de mucha más tecnología– pero en realidad hemos sido nosotros solitos quienes hemos metido todo eso en casa. Pero la mentira está justificada: ¿leerías la entrada de un blog que comenzara diciéndote ‘tí@, somos tont@s de capirote’?

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